El Poder Silencioso de Ser el “Bigger Man”

El Poder Silencioso de Ser el “Bigger Man”

Introducción: La paradoja de la fuerza en el silencio

Hay una paradoja que me toca vivir una y otra vez: ser el bigger man reconforta y agota al mismo tiempo. Reconforta porque sabés que elegís la visión de largo plazo por encima del ego de corto plazo. Pero agota porque exige contención en momentos donde todo tu ser quiere responder, pelear o defenderse.

En el mundo corporativo, especialmente en proyectos con multinacionales, esta paradoja aparece constantemente. Y no solo ahí: recursos humanos, la política interna y las reglas no escritas de las organizaciones son terreno fértil para que ser el bigger man no sea una opción, sino una estrategia de supervivencia.

Pero hay un punto clave: ser el bigger man no tiene nada que ver con demostrarle algo a los demás. No es un espectáculo moral. No es paciencia para que otros lo aplaudan. Es un compromiso con vos mismo. Con tus planes. Con tu visión. Con tus próximos movimientos.

Ahí está la verdadera fuerza. Y de eso quiero hablar.


Escena uno: El escenario multinacional

Imaginemos la situación. Proyecto con una de las multinacionales más grandes del mundo. Reuniones con la cúpula que decide presupuestos millonarios, con ejecutivos que al escucharnos se les iluminaban los ojos porque entendían el valor de lo que llevábamos adelante.

Se notaba que les gustaba lo que hacíamos. Pero había algo que no cerraba.

No éramos “uno de ellos”.

No por calidad. No por cantidad. No porque nuestro trabajo no tuviera peso. Era otra cosa. Era geografía. Era estructura. Era privilegio.

Éramos los “de afuera”. Con una empresa intermediaria que negociaba en nuestro nombre y luego volvía con un paquete de reglas “obligatorias”, impuestas verticalmente, como órdenes.

Ese es el momento donde ser el bigger man se vuelve necesario.

¿Por qué? Porque la tentación de reaccionar, de gritar que es injusto, de decir “esto no es correcto”, es enorme. Pero hay una verdad dura: el instante en que te quejás de tu posición, la perdés.

Ser el bigger man ahí significa tragarse el orgullo. No porque uno acepte para siempre la jerarquía, sino porque sabe que no se pelea con berrinche. Una cosa es no ser conformista y buscar siempre alternativas que te lleven a un lugar mejor. Otra muy distinta es reaccionar con enojo contra los que solo vienen a recordarte cuál es “tu lugar”.

El bigger man no cae en esas trampas.


Escena dos: Recursos Humanos y el teatro de las reglas

La segunda escena donde todo esto aparece: recursos humanos.

Voy a ser claro: para mí, RR.HH. no debería existir como existe hoy. En lugar de potenciar el talento, muchas veces termina siendo el brazo ejecutor del sistema.

Primero llegan con el discurso amable. Te hablan de “valores de la compañía”, de “cultura organizacional”, de “nuevas políticas” que “el sistema” o “la gran cúpula” definió.

Pero los que conocemos cómo se hacen las reglas sabemos la verdad: las reglas las hacen personas. Siempre hay intención detrás. Siempre hay ganadores y perdedores.

Y cuando RR.HH. se da cuenta de que ves más allá del discurso, de que no te convencen, de que respondés con argumentos que exponen las grietas… cambian de táctica.

Empujan. Buscan reacción. Quieren provocarte. Quieren tu incomodidad, tu subordinación.

Ahí es donde muchos se equivocan. Estallan. Se enojan. Responden desde la frustración. Y en ese segundo, pierden toda ventaja.

El arte está en el silencio. En mantener la calma. En seguir siendo el bigger man. Pero no para ellos. Para vos. Para tu estrategia.


El verdadero sentido de ser el bigger man

Aclaremos algo: ser el bigger man no es un acto para mostrarle nada a nadie. No es ganarse el respeto de la cúpula ni de recursos humanos. Ni siquiera es demostrar que podés controlar tus emociones.

Es proteger tu propio plan.

Solo vos sabés cuál es tu próximo movimiento. Solo vos conocés tu estrategia. El día que dejás ver tus emociones, tus frustraciones, tus cartas, te debilitás.

Y ojo, no se trata de pasividad. No es dejar que te pasen por encima. Es entender el juego y negarte a entregar tu ventaja.

Por eso lo comparo con el ajedrez. Por eso hablo del Arte de la Guerra. Quien revela demasiado pronto su movimiento, pierde. Quien se muestra frustrado, enojado o desesperado, juega para el rival.

El bigger man guarda silencio. Sostiene la calma como un arma. Y nunca pierde de vista el largo plazo.


Estrategia, compromiso y la victoria silenciosa

Cuando llega el momento de mover la pieza, el resultado es claro.

El otro no sabe de dónde vino.
No entiende por qué pasó.
Ni siquiera logra identificar quién lo ejecutó.

Lo único que siente es el golpe. Y se debilita.

Esa es la victoria del bigger man. No viene de levantar la voz. No viene de defenderte con emociones. No viene de exigir reconocimiento.

Viene de estar comprometido con tu plan, de jugar el juego largo, de esperar el momento exacto.

Cansa, sí. Porque exige contención. Reconforta, también. Porque te devuelve el control.

Y lo más importante: te deja con resultados. Con logros concretos. Con la victoria silenciosa.


Conclusión: La disciplina de la contención

Ser el bigger man no es glamoroso. No te va a traer aplausos en el momento. Muchas veces ni siquiera se siente justo.

Pero en el juego corporativo, en las negociaciones y en las luchas de poder, es la disciplina que separa a los que reaccionan de los que ganan.

Tu silencio no es debilidad.
Tu contención no es sumisión.
Tu paciencia no es pasividad.

Es estrategia.

Y cuando muevas tu pieza, tu acción va a hablar más fuerte que cualquier palabra que hayas podido decir.

Esa es la paradoja. Ese es el cansancio. Ese es el alivio. Ese es el poder silencioso de ser el bigger man.

por @EugenioZuccini